lunes, 24 de agosto de 2009

Una conversación con Thomas Meehan


Pablo Gorlero y Thomas Meehan (Foto de Juan Sandoval)

(Este es el reportaje completo de la nota realizada para el diario La Nación, publicada el 27 de septiembre de 2009.)

THOMAS MEEHAN, autor del libro de comedias musicales como Annie, Annie Warbucks, Hairspray, Los productores, Bombay Dreams, Cry Baby y El joven Frankenstein.

Por Pablo Gorlero
Con la colaboración de Laura Ventura


—¿Disfrutó de la producción argentina de El joven Frankenstein?
-Sí, creo que es maravillosa, muy divertida y entretenida. Pero es distinta a la de Nueva York. Esta tiene más corazón y es más emotiva. Incluso la encontré más dulce. Creo que eso se debe a los actores. Todas las actuaciones están muy bien. Y también tiene que ver con el protagonista, que es fantástico. Es diferente, pero es mejor, en cierto sentido. Prefiero ésta versión. Ahora me vuelvo a Nueva York porque vamos a comenzar la gira nacional y le voy a contar a Mel Brooks y a nuestros directores sobre lo que vi en Buenos Aires. Les voy a sugerir que hagan ciertos ajustes que puedan ayudar a la puesta de allá, de acuerdo a ésta.
— ¿Cree que Mel Brooks pueda venir a verla?
-Desde que su esposa, Anne Bancroft, murió, hace cuatro años, un 6 de junio, él no viaja demasiado. Vive en Santa Mónica, California, y le gusta quedarse allí. Ahora viaja la semana próxima por un par de semanas a Nueva York, pero no lo hace seguido. Va a cumplir 83 años.
— ¿Cuáles eran sus expectativas antes de llegar a la Argentina?
-Había escuchado que habían hecho Los productores, que también escribimos con Mel.
—¿La vio?
-No. Cuando la estaban montando aquí, estaba haciendo Hairspray, así que no pude viajar. Pero leí y escuché que fue un gran suceso y que fue una producción brillante. Por lo tanto, era optimista y estaba esperanzado, pero esto superó mis expectativas. Además me entusiasmaba venir a Buenos Aires.
- ¿Había estado aquí antes?
-Nunca. Y sólo estaré una semana. Es una ciudad maravillosa y todos han sido aquí tan amables conmigo. Estoy tan contento por haber venido.
-¿Sabía que en esta ciudad hubo cuatro producciones suyas? Annie, Hairspray, Los productores y El joven Frankenstein.
-Sí. Y ahora me enteré que existen ciertas negociaciones para traer a Annie nuevamente. Annie es mi primera obra, así que es mi favorita. Esa niñita me ayudó mucho en la vida.
—¿Cómo aparece la idea de hacer Annie? ¿A partir de la historieta?
-Yo era un periodista por aquel entonces, antes de ingresar en el teatro. Y escribía historietas en el New Yorker Magazine. Algunas personas que me leían me preguntaron si me gustaría, alguna vez, empezar a trabajar en teatro. “Sí, claro. Toda mi vida lo quise”, dije. Tenía 40 años y eso sería como empezar una segunda carrera. El director (Martin Charnin) tuvo la idea de Annie, que era una historieta famosa en los Estados Unidos. Y le dije que no quería hacerla. Quería algo más importante, como Amor sin barreras o Mi bella dama. (Ríe) Me dijo que lo pensara. Me volví a casa, leí la historieta y vi que no había un gran material como para desarrollar: los personajes eran el tipo más rico del mundo, la chica más pobre y un perro. "Déjenme ver qué puedo hacer", les dije. Mi escritor favorito es Charles Dickens, sobre todo me gustaba su novela Oliver Twist, sobre huérfanos y niños. Construí una historia como si fuese un Dickens moderno. No la escribí originariamente para chicos, porque había allí algo más: una trama política muy importante. Estaban Franklin D. Roosevelt y el "The New Deal", en el año 1933. Combinamos todo eso y creamos Annie. Cuando estrenamos no vino ningún chico. Y fue un gran suceso en Nueva York.
—¿Fue en 1977, verdad?
-Sí, estrenamos el 21 de abril de 1977. Nunca me olvidaré de esa fecha que cambió mi vida. Al principio el público estaba compuesto por adultos. Y les encantaba. Aunque, gradualmente, empezaron a venir niños. Eran los adultos que venían a verla de nuevo con sus hijos. Y se hizo muy popular. Se hicieron dos películas y ahora se habla de una tercera. Hay una gira nacional en los Estados Unidos actualmente.
-¿Le gustaba el teatro musical antes de Annie?
-Me gustaba, pero nunca había hecho teatro. Y una de las razones por las que hice esa obra fue porque el director era amigo del compositor Charles Strouse, que ya era muy prestigioso en Broadway. Pensé: “Sí él quiere hacerlo, yo también quiero”. Tuvimos mucho éxito y nos hicimos muy amigos. Aún lo somos.
—¿No es ingrato el trabajo del libretista de un musical? La gente recuerda las canciones, pero lo más importante es el libro, una buena historia...
-Sin embargo, yo siempre digo que lo más importante son las canciones. La gente viene a ver un musical. El libro debe sustentar eso. Debe ser una buena historia e interesante, pero estamos en un segundo plano. Creo que lo más importante son las partituras. Y cuando escribo alguna escena y me dicen si con aquel material pueden hacer una canción, les digo: “Sí, claro”. Es muy inteligente eso. Cuando trabajás en un musical hay mucha gente que colabora entre sí: el director, los coreógrafos, los actores... Y eso es fundamental.
-¿Y usted trabaja por separado o con todos?
-Cuando hice Annie, trabajábamos los tres juntos, con Charles Strouse y Martin Charnin. En Los productores y El joven Frankenstein trabajamos con Mel Brooks, los dos juntos. Y hablábamos mucho, porque Mel ganó el Oscar como guionista de Los productores, pero en realidad, nunca escribe. Lo suyo es hablar. Y yo escribía. Nos juntábamos y decíamos qué era y qué no era gracioso. Con Mel Brooks, todo es hablado. Trabajamos con una secretaria que anotaba todo, durante tres o cuatro horas. Después volvía a mi computadora y escribía.
—Su tarea más importante es la de encontrar el momento indicado para la canción. No es fácil.
-Es verdad. Es más difícil de lo que parece. Uno tiene que escribir para escenas, para momentos con distintas emociones, y esa emoción que explota es tan fuerte que se tiene que fusionar en una canción. Pero de modo tal que la canción fluya naturalmente con el diálogo y no que el espectador diga: “¡Uh, ahora se viene el tema musical!”. Antes, no había demasiado guión en los musicales, como en la época de George Gershwin por ejemplo. Ahora la canción tiene que lograr que progrese la trama. Hoy en día son pocas las canciones que uno pueda arrojar y que no colaboren con la historia, quizás una o dos por musical y tienen que ver con las partes de baile.
—Entonces el libretista es el más humilde de los creadores.
-Sí, pero si tenés éxito, te pagan bien (risas). Considero a mi trabajo como el de un artesano. Y no muchas personas lo pueden hacer.
—¿Por qué esperó treinta años para hacer otro musical?
-No lo sé. Escribí un par de películas con Mel Brooks y otras más. Y también algunos musicales que no tuvieron mucho éxito. Ahora estoy escribiendo un guión con el creador de Nine, Maury Yeston: The Death takes Holidays (La muerte se toma vacaciones). Él escribió una partitura muy bella y se va a estrenar el año próximo, en una gira.
—¿Y quedó conforme con Annie Warbucks, la segunda parte de Annie?
-Esa es una historia larga. El problema es que se hizo en un teatro muy pequeño, muy bello, pero muy pequeño. La habíamos reescrito completamente e hicimos una gira por todos lados. Tuvo éxito en Seattle, en San Diego y quisimos hacer una producción en Broadway, en el Neil Simon Theatre, pero la productora se quedó sin dinero.
—Usted que ha escrito Hairspray y Los productores, ¿se imagina escribir sin humor?
-Sí, esta obra de la que te hablaba: The Death… Es lo más oscuro que jamás haya escrito. La trama es sobre un grupo de gente en el Lago Como. Hay una chica muy bella, de 21 años, que se está por morir. La muerte la ve y no se la puede llevar. Ella está tan llena de vida... Entonces la muerte toma forma humana. Y además pasa el fin de semana intentando comprender por qué los humanos le temen a la muerte y qué es eso llamado amor. Toma la forma de un conde ruso que se murió en Montecarlo y se enamora de la chica. Sólo tienen hasta la noche del domingo y la pregunta es qué sucede... si él vivirá con ella o si se la llevará. Y aunque la obra es sobre la muerte, la canción más importante, en la mitad del primer acto, se llama "Life is a Joy". Es una celebración de la vida. Está escrita por Maury. No hay mucho humor, pero lo hay. Fue un privilegio trabajar con él.

Versión de Hairspray, en el Pantages Theatre, de Los Angeles.

—¿Cuál es su obra preferida?
-Amo a todas, como a mis hijos. Pero creo que es Annie. Es mi hija favorita.
—Encima trabajó con chicos y con perros. Dicen en teatro que no hay que hacerlo. ¡Y trabajó con muchos chicos!
-(Ríe). La primera actriz con la que trabajé, Dorothy Loudon, quien encarnó a la señorita Hannigan y ganó el Tony odiaba a los perros y no le gustaban los chicos.
—¿Cuando escribió Annie se inspiró en algún chico en particular?
-Me acordaba de mí mismo cuando era pequeño. Éramos cuatro hermanos y yo era el más grande. Era todo menos huérfano. Tenía una familia muy amorosa. Y me acordaba de los días de lluvia en los que estábamos todos en casa y mi mamá nos gritaba. Me parecía que era interesante crear personajes reales de niños, no como Shirley Temple. Me parece que ese toque de esclavitud lo hacía interesante. Estoy muy orgulloso de Annie porque creo que en muchos países debe haber sido la primera obra que han hecho muchos artistas que hoy siguen actuando y que muchos adultos vieron.
—Vi el documental Life after tomorrow, que cuenta lo que ocurrió con las pequeñas actrices que encarnaron a las nenas... Es tremendo.
-¡Ah, lo viste!
—Nuestra Annie, Noelia Noto, ahora está actuando en España y acaba de ganar un premio muy importante.
-¡Qué bien!
—Y también Eleonora Wexler, que hacía Tessie, es muy talentosa. El año pasado hizo Quién le teme a Virginia Woolf y es famosa por la televisión.
-¡Oh, mi Dios! Qué bien.
—¿Le gustó la primera versión de la película? Era medio fea.
-Mnnn... no mucho. Creo que se perdió el espíritu, su alma. Annie transcurre en diciembre, al menos hasta Navidad. Y los niños están esperando esa fecha porque es cuando tus sueños se convierten en realidad. La película transcurre en marzo, en verano, y se pierde ese espíritu, la emoción. En la obra hay siete niñas y transcurre en un lugar muy oscuro. En la película hay como cien. Y están todas muy felices y bailando. Eso distorsiona mucho.
—¿Y qué le pareció la segunda, producida por Disney?
-Esa versión fue hecha para televisión. Es mejor. Es más verdadera. Hay cosas que no me gustan, de todos modos.
—¿Cómo fue trabajar con Mel Brooks? Es una estrella… Se me ocurre que puede ser muy difícil decirle “estás cometiendo un error”.
-Nooooo... A él le encanta. Le puedo decir de todo. Él quizá piensa mucho los chistes. Nos conocemos mucho, además hemos hecho dos películas. Ya conozco su humor, sus bromas y él reconoce “este es tu chiste”. Lo que sí te puedo decir es que a Mel no le gusta trabajar muchas horas. Creo que dos o tres horas por día es su límite. Y lo hablamos. Con Mel Brooks te vas a reír mucho trabajando. Me acuerdo que cuando escribíamos Los productores nos moríamos de risa. Íbamos a almorzar y, luego, recién escribíamos. Debe ser uno de los cuatro o cinco genios que conocí en mi vida. Sabe mucho de lo que piensa el otro. Te sabe leer la mente. Es como un doctor. Sabe de todo. Y sólo fue un año a la facultad, cuando estaba en el Ejército. No tiene una educación formal, pero es autodidacta. Ha leído novelas rusas y de todo.
—¿Usted disfruta sus obras cuando las ve?
-Cuando están bien hechas, sí. Ahora están Los productores, en Berlín; Hairspray, en Londres; y El joven Frankenstein, en Buenos Aires.
—¿Vio Los productores en Berlín? Un lugar especial para representarla.
-Sí, hace un mes. Me gustó. Nos tiraron cosas (risas). Mel no fue porque temió que lo embocaran.
—Vi una foto en la que promocionaban la obra con pretzels en lugar de esvásticas...
-Sí, hay una ley en Alemania que dice que no podés mostrar la esvástica. Salvo en películas o en obras. Así que fue una buena idea. En especial cuando hacés el número “Spring Time Hitler”. Pero el público se reía y creo que es el aplauso más fuerte que he recibido en cualquiera de mis producciones.
—¿Y qué tal con Hairspray?
-Ingresé a esa producción luego de que se hizo la partitura. No había un libro aún. Habían escrito el primer número: “Buen día Baltimore”. Y es muy interesante porque te dice todo: quién es esa chica, qué pasa allí, qué quiere hacer. Y te quedás asombrado. Eso lo hace más fácil para escribir el guión. A veces escribir un guión es como una montaña rusa. Con subidas y bajadas. Pero ese fue un viaje muy feliz.
—¿Tiene algún otro proyecto con Mel Brooks?
-Sí. Quizás hagamos Blazing Saddles, un western que está basado en una película que hizo Gene Wilder con el actor negro Cleavon Little.
—¿Y cuánto tiempo tarda en hacer un musical como El joven Frankenstein?
-Como mínimo tres años. Los productores llevó tres años. Hairspray, un poco menos, dos años.
—¿Y Annie?
-¡Cinco! Desde 1972 hasta 1977. Porque no le gustaba a ningún productor. Todos decían: “Una obra con chicos, no es comercial”. Nadie la quería. Por aquel entonces yo vivía en Connecticut. Y puse todos los guiones en una caja en el ático pensando que nunca nada iba a pasar con ella. Hasta que un productor escuchó la canción “Mañana”. Me dijo: “Iba caminando y no me la podía sacar de la cabeza”. Entonces me llamó porque pensó que debería hacer la obra. Fue tan exitosa que me dio miedo.
—¿Qué más me podría decir de Guillermo Francella?
-Creo que es lo que hace la gran diferencia entre la versión neoyorquina y esta. Es muy talentoso. Es mejor cantante que bailarín. No es ni tan gracioso ni tan serio. Tiene alma. Es real.
—No canta ni baila, pero su trabajo resulta.
-Creo que es muy importante lo que hace. Al comienzo de Annie, la primera canción que aparece es “Maybe” y, enseguida, aparece una niñita de 9 años y todo el público quiere que ella triunfe. En Hairspray, hay una chica gorda y, de repente, todos la aman cuando canta “Buen día, Baltimore”. A los protagonistas los tenés que amar desde el comienzo. En Los productores, es distinto. Se tarda un poco más en querer a ese productor venido a menos. Escribir un musical popular y con grandes protagonistas es muy difícil. Incluso con Sweeney Todd, pero de todos modos, el protagonista debe ser amado desde un inicio. Ese musical que te acabo de nombrar es brillante. Es uno de mis favoritos, de Stephen Sondheim. Yo hago un arte popular. Pero tiene que ser hecho por un artesano.

1 comentario:

  1. mi mama me heredo el libro de Annie y es totalmente un éxito , llore cuando supe que los padres de annie habían muerto

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