lunes, 24 de agosto de 2009

Una conversación con Thomas Meehan


Pablo Gorlero y Thomas Meehan (Foto de Juan Sandoval)

(Este es el reportaje completo de la nota realizada para el diario La Nación, publicada el 27 de septiembre de 2009.)

THOMAS MEEHAN, autor del libro de comedias musicales como Annie, Annie Warbucks, Hairspray, Los productores, Bombay Dreams, Cry Baby y El joven Frankenstein.

Por Pablo Gorlero
Con la colaboración de Laura Ventura


—¿Disfrutó de la producción argentina de El joven Frankenstein?
-Sí, creo que es maravillosa, muy divertida y entretenida. Pero es distinta a la de Nueva York. Esta tiene más corazón y es más emotiva. Incluso la encontré más dulce. Creo que eso se debe a los actores. Todas las actuaciones están muy bien. Y también tiene que ver con el protagonista, que es fantástico. Es diferente, pero es mejor, en cierto sentido. Prefiero ésta versión. Ahora me vuelvo a Nueva York porque vamos a comenzar la gira nacional y le voy a contar a Mel Brooks y a nuestros directores sobre lo que vi en Buenos Aires. Les voy a sugerir que hagan ciertos ajustes que puedan ayudar a la puesta de allá, de acuerdo a ésta.
— ¿Cree que Mel Brooks pueda venir a verla?
-Desde que su esposa, Anne Bancroft, murió, hace cuatro años, un 6 de junio, él no viaja demasiado. Vive en Santa Mónica, California, y le gusta quedarse allí. Ahora viaja la semana próxima por un par de semanas a Nueva York, pero no lo hace seguido. Va a cumplir 83 años.
— ¿Cuáles eran sus expectativas antes de llegar a la Argentina?
-Había escuchado que habían hecho Los productores, que también escribimos con Mel.
—¿La vio?
-No. Cuando la estaban montando aquí, estaba haciendo Hairspray, así que no pude viajar. Pero leí y escuché que fue un gran suceso y que fue una producción brillante. Por lo tanto, era optimista y estaba esperanzado, pero esto superó mis expectativas. Además me entusiasmaba venir a Buenos Aires.
- ¿Había estado aquí antes?
-Nunca. Y sólo estaré una semana. Es una ciudad maravillosa y todos han sido aquí tan amables conmigo. Estoy tan contento por haber venido.
-¿Sabía que en esta ciudad hubo cuatro producciones suyas? Annie, Hairspray, Los productores y El joven Frankenstein.
-Sí. Y ahora me enteré que existen ciertas negociaciones para traer a Annie nuevamente. Annie es mi primera obra, así que es mi favorita. Esa niñita me ayudó mucho en la vida.
—¿Cómo aparece la idea de hacer Annie? ¿A partir de la historieta?
-Yo era un periodista por aquel entonces, antes de ingresar en el teatro. Y escribía historietas en el New Yorker Magazine. Algunas personas que me leían me preguntaron si me gustaría, alguna vez, empezar a trabajar en teatro. “Sí, claro. Toda mi vida lo quise”, dije. Tenía 40 años y eso sería como empezar una segunda carrera. El director (Martin Charnin) tuvo la idea de Annie, que era una historieta famosa en los Estados Unidos. Y le dije que no quería hacerla. Quería algo más importante, como Amor sin barreras o Mi bella dama. (Ríe) Me dijo que lo pensara. Me volví a casa, leí la historieta y vi que no había un gran material como para desarrollar: los personajes eran el tipo más rico del mundo, la chica más pobre y un perro. "Déjenme ver qué puedo hacer", les dije. Mi escritor favorito es Charles Dickens, sobre todo me gustaba su novela Oliver Twist, sobre huérfanos y niños. Construí una historia como si fuese un Dickens moderno. No la escribí originariamente para chicos, porque había allí algo más: una trama política muy importante. Estaban Franklin D. Roosevelt y el "The New Deal", en el año 1933. Combinamos todo eso y creamos Annie. Cuando estrenamos no vino ningún chico. Y fue un gran suceso en Nueva York.
—¿Fue en 1977, verdad?
-Sí, estrenamos el 21 de abril de 1977. Nunca me olvidaré de esa fecha que cambió mi vida. Al principio el público estaba compuesto por adultos. Y les encantaba. Aunque, gradualmente, empezaron a venir niños. Eran los adultos que venían a verla de nuevo con sus hijos. Y se hizo muy popular. Se hicieron dos películas y ahora se habla de una tercera. Hay una gira nacional en los Estados Unidos actualmente.
-¿Le gustaba el teatro musical antes de Annie?
-Me gustaba, pero nunca había hecho teatro. Y una de las razones por las que hice esa obra fue porque el director era amigo del compositor Charles Strouse, que ya era muy prestigioso en Broadway. Pensé: “Sí él quiere hacerlo, yo también quiero”. Tuvimos mucho éxito y nos hicimos muy amigos. Aún lo somos.
—¿No es ingrato el trabajo del libretista de un musical? La gente recuerda las canciones, pero lo más importante es el libro, una buena historia...
-Sin embargo, yo siempre digo que lo más importante son las canciones. La gente viene a ver un musical. El libro debe sustentar eso. Debe ser una buena historia e interesante, pero estamos en un segundo plano. Creo que lo más importante son las partituras. Y cuando escribo alguna escena y me dicen si con aquel material pueden hacer una canción, les digo: “Sí, claro”. Es muy inteligente eso. Cuando trabajás en un musical hay mucha gente que colabora entre sí: el director, los coreógrafos, los actores... Y eso es fundamental.
-¿Y usted trabaja por separado o con todos?
-Cuando hice Annie, trabajábamos los tres juntos, con Charles Strouse y Martin Charnin. En Los productores y El joven Frankenstein trabajamos con Mel Brooks, los dos juntos. Y hablábamos mucho, porque Mel ganó el Oscar como guionista de Los productores, pero en realidad, nunca escribe. Lo suyo es hablar. Y yo escribía. Nos juntábamos y decíamos qué era y qué no era gracioso. Con Mel Brooks, todo es hablado. Trabajamos con una secretaria que anotaba todo, durante tres o cuatro horas. Después volvía a mi computadora y escribía.
—Su tarea más importante es la de encontrar el momento indicado para la canción. No es fácil.
-Es verdad. Es más difícil de lo que parece. Uno tiene que escribir para escenas, para momentos con distintas emociones, y esa emoción que explota es tan fuerte que se tiene que fusionar en una canción. Pero de modo tal que la canción fluya naturalmente con el diálogo y no que el espectador diga: “¡Uh, ahora se viene el tema musical!”. Antes, no había demasiado guión en los musicales, como en la época de George Gershwin por ejemplo. Ahora la canción tiene que lograr que progrese la trama. Hoy en día son pocas las canciones que uno pueda arrojar y que no colaboren con la historia, quizás una o dos por musical y tienen que ver con las partes de baile.
—Entonces el libretista es el más humilde de los creadores.
-Sí, pero si tenés éxito, te pagan bien (risas). Considero a mi trabajo como el de un artesano. Y no muchas personas lo pueden hacer.
—¿Por qué esperó treinta años para hacer otro musical?
-No lo sé. Escribí un par de películas con Mel Brooks y otras más. Y también algunos musicales que no tuvieron mucho éxito. Ahora estoy escribiendo un guión con el creador de Nine, Maury Yeston: The Death takes Holidays (La muerte se toma vacaciones). Él escribió una partitura muy bella y se va a estrenar el año próximo, en una gira.
—¿Y quedó conforme con Annie Warbucks, la segunda parte de Annie?
-Esa es una historia larga. El problema es que se hizo en un teatro muy pequeño, muy bello, pero muy pequeño. La habíamos reescrito completamente e hicimos una gira por todos lados. Tuvo éxito en Seattle, en San Diego y quisimos hacer una producción en Broadway, en el Neil Simon Theatre, pero la productora se quedó sin dinero.
—Usted que ha escrito Hairspray y Los productores, ¿se imagina escribir sin humor?
-Sí, esta obra de la que te hablaba: The Death… Es lo más oscuro que jamás haya escrito. La trama es sobre un grupo de gente en el Lago Como. Hay una chica muy bella, de 21 años, que se está por morir. La muerte la ve y no se la puede llevar. Ella está tan llena de vida... Entonces la muerte toma forma humana. Y además pasa el fin de semana intentando comprender por qué los humanos le temen a la muerte y qué es eso llamado amor. Toma la forma de un conde ruso que se murió en Montecarlo y se enamora de la chica. Sólo tienen hasta la noche del domingo y la pregunta es qué sucede... si él vivirá con ella o si se la llevará. Y aunque la obra es sobre la muerte, la canción más importante, en la mitad del primer acto, se llama "Life is a Joy". Es una celebración de la vida. Está escrita por Maury. No hay mucho humor, pero lo hay. Fue un privilegio trabajar con él.

Versión de Hairspray, en el Pantages Theatre, de Los Angeles.

—¿Cuál es su obra preferida?
-Amo a todas, como a mis hijos. Pero creo que es Annie. Es mi hija favorita.
—Encima trabajó con chicos y con perros. Dicen en teatro que no hay que hacerlo. ¡Y trabajó con muchos chicos!
-(Ríe). La primera actriz con la que trabajé, Dorothy Loudon, quien encarnó a la señorita Hannigan y ganó el Tony odiaba a los perros y no le gustaban los chicos.
—¿Cuando escribió Annie se inspiró en algún chico en particular?
-Me acordaba de mí mismo cuando era pequeño. Éramos cuatro hermanos y yo era el más grande. Era todo menos huérfano. Tenía una familia muy amorosa. Y me acordaba de los días de lluvia en los que estábamos todos en casa y mi mamá nos gritaba. Me parecía que era interesante crear personajes reales de niños, no como Shirley Temple. Me parece que ese toque de esclavitud lo hacía interesante. Estoy muy orgulloso de Annie porque creo que en muchos países debe haber sido la primera obra que han hecho muchos artistas que hoy siguen actuando y que muchos adultos vieron.
—Vi el documental Life after tomorrow, que cuenta lo que ocurrió con las pequeñas actrices que encarnaron a las nenas... Es tremendo.
-¡Ah, lo viste!
—Nuestra Annie, Noelia Noto, ahora está actuando en España y acaba de ganar un premio muy importante.
-¡Qué bien!
—Y también Eleonora Wexler, que hacía Tessie, es muy talentosa. El año pasado hizo Quién le teme a Virginia Woolf y es famosa por la televisión.
-¡Oh, mi Dios! Qué bien.
—¿Le gustó la primera versión de la película? Era medio fea.
-Mnnn... no mucho. Creo que se perdió el espíritu, su alma. Annie transcurre en diciembre, al menos hasta Navidad. Y los niños están esperando esa fecha porque es cuando tus sueños se convierten en realidad. La película transcurre en marzo, en verano, y se pierde ese espíritu, la emoción. En la obra hay siete niñas y transcurre en un lugar muy oscuro. En la película hay como cien. Y están todas muy felices y bailando. Eso distorsiona mucho.
—¿Y qué le pareció la segunda, producida por Disney?
-Esa versión fue hecha para televisión. Es mejor. Es más verdadera. Hay cosas que no me gustan, de todos modos.
—¿Cómo fue trabajar con Mel Brooks? Es una estrella… Se me ocurre que puede ser muy difícil decirle “estás cometiendo un error”.
-Nooooo... A él le encanta. Le puedo decir de todo. Él quizá piensa mucho los chistes. Nos conocemos mucho, además hemos hecho dos películas. Ya conozco su humor, sus bromas y él reconoce “este es tu chiste”. Lo que sí te puedo decir es que a Mel no le gusta trabajar muchas horas. Creo que dos o tres horas por día es su límite. Y lo hablamos. Con Mel Brooks te vas a reír mucho trabajando. Me acuerdo que cuando escribíamos Los productores nos moríamos de risa. Íbamos a almorzar y, luego, recién escribíamos. Debe ser uno de los cuatro o cinco genios que conocí en mi vida. Sabe mucho de lo que piensa el otro. Te sabe leer la mente. Es como un doctor. Sabe de todo. Y sólo fue un año a la facultad, cuando estaba en el Ejército. No tiene una educación formal, pero es autodidacta. Ha leído novelas rusas y de todo.
—¿Usted disfruta sus obras cuando las ve?
-Cuando están bien hechas, sí. Ahora están Los productores, en Berlín; Hairspray, en Londres; y El joven Frankenstein, en Buenos Aires.
—¿Vio Los productores en Berlín? Un lugar especial para representarla.
-Sí, hace un mes. Me gustó. Nos tiraron cosas (risas). Mel no fue porque temió que lo embocaran.
—Vi una foto en la que promocionaban la obra con pretzels en lugar de esvásticas...
-Sí, hay una ley en Alemania que dice que no podés mostrar la esvástica. Salvo en películas o en obras. Así que fue una buena idea. En especial cuando hacés el número “Spring Time Hitler”. Pero el público se reía y creo que es el aplauso más fuerte que he recibido en cualquiera de mis producciones.
—¿Y qué tal con Hairspray?
-Ingresé a esa producción luego de que se hizo la partitura. No había un libro aún. Habían escrito el primer número: “Buen día Baltimore”. Y es muy interesante porque te dice todo: quién es esa chica, qué pasa allí, qué quiere hacer. Y te quedás asombrado. Eso lo hace más fácil para escribir el guión. A veces escribir un guión es como una montaña rusa. Con subidas y bajadas. Pero ese fue un viaje muy feliz.
—¿Tiene algún otro proyecto con Mel Brooks?
-Sí. Quizás hagamos Blazing Saddles, un western que está basado en una película que hizo Gene Wilder con el actor negro Cleavon Little.
—¿Y cuánto tiempo tarda en hacer un musical como El joven Frankenstein?
-Como mínimo tres años. Los productores llevó tres años. Hairspray, un poco menos, dos años.
—¿Y Annie?
-¡Cinco! Desde 1972 hasta 1977. Porque no le gustaba a ningún productor. Todos decían: “Una obra con chicos, no es comercial”. Nadie la quería. Por aquel entonces yo vivía en Connecticut. Y puse todos los guiones en una caja en el ático pensando que nunca nada iba a pasar con ella. Hasta que un productor escuchó la canción “Mañana”. Me dijo: “Iba caminando y no me la podía sacar de la cabeza”. Entonces me llamó porque pensó que debería hacer la obra. Fue tan exitosa que me dio miedo.
—¿Qué más me podría decir de Guillermo Francella?
-Creo que es lo que hace la gran diferencia entre la versión neoyorquina y esta. Es muy talentoso. Es mejor cantante que bailarín. No es ni tan gracioso ni tan serio. Tiene alma. Es real.
—No canta ni baila, pero su trabajo resulta.
-Creo que es muy importante lo que hace. Al comienzo de Annie, la primera canción que aparece es “Maybe” y, enseguida, aparece una niñita de 9 años y todo el público quiere que ella triunfe. En Hairspray, hay una chica gorda y, de repente, todos la aman cuando canta “Buen día, Baltimore”. A los protagonistas los tenés que amar desde el comienzo. En Los productores, es distinto. Se tarda un poco más en querer a ese productor venido a menos. Escribir un musical popular y con grandes protagonistas es muy difícil. Incluso con Sweeney Todd, pero de todos modos, el protagonista debe ser amado desde un inicio. Ese musical que te acabo de nombrar es brillante. Es uno de mis favoritos, de Stephen Sondheim. Yo hago un arte popular. Pero tiene que ser hecho por un artesano.

viernes, 21 de agosto de 2009

Revivals en Broadway


HAIR, SOUTH PACIFIC y WEST SIDE STORY

(Ampliación de la nota publicada el 26 de julio de 2009, en La Nación. Podés leer la nota original en http://www.lanacion.com.ar/nota.asp?nota_id=1154949)

EL INVALORABLE ENCANTO DE LOS CLÁSICOS

En Broadway, tres de los musicales más requeridos por el público son "revivals" de éxitos del pasado
Por Pablo Gorlero
(Enviado especial)

NUEVA YORK.- Aunque todos los años Broadway presenta varios revivals de sus grandes musicales que hicieron historia, crisis mediante, ésta es una de las más auspiciosas temporadas para aquellas obras que han vuelto en nuevas versiones. Los "revivals" de Hair y West Side Story están entre los diez primeros puestos, en el top ten de recaudaciones; y South Pacific, está muy cerca de esa lista. A eso se suma una moderna versión de Bye Bye, Birdie, que el 10 de septiembre comenzará sus funciones previas, en el teatro Henry Miller. Asimismo, hasta hace muy poco tiempo también estuvieron en cartel "revivals" de Guys and Dolls y Pal Joey, que obtuvieron varias nominaciones al Tony.
No pude conseguir entradas para Amor sin barreras (West Side Story) así que poco puedo hablar de esta nueva versión. A fines de junio se agotaban rápido las entradas con descuento y, en el teatro, había mucha gente esperando la devolución de último momento. El musical que dirige el mismísimo Arthur Laurents tiene la característica de ser bilingüe. En las escenas de los puertorriqueños se habla en español, y en las otras o en las de conjunto, en inglés. De todas formas, recientemente, los responsables de este montaje han decidido reducir el texto en español en partes claves del show porque, según dicen, la gente se queja por no entender nada. En recientes declaraciones a The New York Times, Laurents explicó que el detalle de presentar algunas escenas en español no tuvo el impacto esperado en el público. La canción "A Boy Like That", que se representaba en español, ahora se hace en inglés. Hasta hace algunas semanas, este musical iba cuarto en el "top ten", aunque ahora descendió al décimo lugar.
Una escena de West Side Story (Fotos Barlow - Hartman)

Pero en ascenso imparable, en séptimo lugar, está la nueva versión de Hair, que está generando una legión de fanáticos y un regreso de la moda hippie, por lo menos en las inmediaciones del teatro Al Hirschfeld, en la calle 45. Por allí pueden verse colas, por la mañana, para conseguir buenas ubicaciones, y amontonamientos por la tarde, cuando llega el momento de la "lotería". Es nada menos que un sorteo que implementan también otras producciones, como Wicked y 9 to 5, y que se volvió célebre (y tradición) en Rent, durante muchos años. Allí, un miembro de la producción sortea las dos primeras filas a 20 dólares cada entrada, un momento en el que se genera furor y expectativa. Casi todos los que se agrupan en la puerta del teatro son adolescentes o veinteañeros, lo que hace aún más llamativo este suceso que es Hair.
Se estrenó el año pasado en el ciclo Shakespeare in the Park, dirigida por Diane Paulus, y fue tan elogiada que el 29 de abril debutó en Broadway y tuvo ocho nominaciones al Tony, de las cuales ganó como mejor "revival" de musical. Sin dudas, Hair es hoy uno de los mejores montajes que pueden apreciarse en la Gran Manzana.
Es una de las llamadas "obras peligrosas", ya que no tiene una estructura dramática convencional, sino que su propósito original es transmitir el mensaje del movimiento hippie. Se estrenó en 1968, por lo tanto, hoy en día, si no tuviera una resemantización adecuada resultaría anacrónica y en extremo ingenua. Pero la directora Diane Paulus recuperó el sentido de la obra que gestaron Gerome Ragni, James Rado y Galt MacDermot, y le insufló la energía necesaria a través de un equipo de intérpretes que estremecen. La historia y la política de Bush también jugaron a favor del montaje. De inmediato, los espectadores estadounidenses hacen una relectura de la guerra de Vietnam (momento en el que está situada la acción) y las recientes invasiones a Medio Oriente. Basta mirar algunos rostros enjugados en lágrimas y en las risas cómplices cuando la obra satiriza a los grandes estratos de poder, las leyes y las "obligaciones". Hair vuelve a ser un grito de rebeldía que no se vuelve infantil, sino genuino, generado en épocas en las que clamar por paz y por amor era revolucionario.

Desde el comienzo, en "Acuario", esta nueva "tribu" de hippies ficticios hacen suyo no sólo el escenario, sino todas las instalaciones del teatro. Se mueven entre la platea y el pullman irreverentes, traviesos, contestatarios, embebiendo al público de ese aire a libertad suprema e ideal que irradian el montaje y la propuesta. Paulus extrajo la potencia del mensaje, de las canciones y la sumó a una banda de rock que hace vibrar, revolear cabelleras y mover cabezas todo el tiempo. Para eso también contó con el aporte de un elenco talentosísimo. En la versión que vio este cronista, el personaje de Berger fue tan brillantemente interpretado por Steel Burkhardt, que hace difícil imaginar cómo podría superarlo el elogiado Will Swenson. Burkhardt tiene el brío y el talento necesario como para formar una dupla potente con Gavin Creel, en el papel de Claude, el muchacho que va a la guerra. La directora acentuó también la relación amorosa que sostienen como trío, junto con el personaje de Sheila, encarnado en forma brillante por Kacie Smith.


Por su parte, Bryce Ryness le brinda desparpajo a su irreverente Woof; Kacie Sheik, juega a su embarazada Jeanie con dramatismo y verdad; Andrew Kober vuelve más simpático y creíble ese esperpéntico personaje que es Margaret Mead; y Sasha Allen, Bryce Ryness y Allison Case, ponen voz y fuerza.
Paulus le buscó otra potencia al final de la obra con "Deja que entre el sol" ("Let the Sunshine in"). En lugar de implorar al público desde el proscenio y luego invadir la platea en alud humano, el elenco canta en rigurosa formación triangular y se aleja de a poco, en fila, por la platea, cantando a cappella. Casi de inmediato y con un breve saludo, vuelven al escenario e invitan a los espectadores a subir y cantar con ellos. Eso se vuelve en una gran fiesta con cientos de personas en escena cantando ese himno que pone la piel de gallina, y que en forma ineludible, trae a la memoria reminiscencias del final de la versión fílmica de Milos Forman, en la que los hippies invadían, de a miles, el Central Park.



Cuatro momentos de esta excepcional versión de Hair

Entretanto, en el Lincoln Center, el teatro oficial presenta una versión nueva de South Pacific, un clásico de Richard Rodgers y Oscar Hammerstein II, de 1949, que generó un antes y un después en el teatro musical norteamericano. Está ambientada en una isla tropical del Pacífico, durante la Segunda Guerra Mundial. Allí transcurren dos historias románticas, una entre un rico francés y una enfermera, y otra entre un oficial estadounidense y una joven nativa. En 2008, ganó el Tony como mejor revival de musical, además de siete premios más. El montaje, de Bartlett Sher, no es ampuloso, sino más bien rico con poco. En una sala muy parecida a la Martín Coronado del San Martín, consiguió crear tanto el ambiente de playa con una hermosa sensación de profundidad y el lujo campestre de la casa de Emile de Becque.

Y el montaje fiel, ágil y fresco de Bartlett Sher pone el acento en sus intérpretes, que sobresalen en lo vocal. Quienes más se destacan son Danny Burstein, quien se adueña del escenario cada momento del escenario cada vez que aparece, como Luther; Loreta Ables Sayre, enérgica y simpática como Bloody Mary; y Paulo Szot, correcto como Emile y con una voz prodigiosa. Kelli O'Hara le impone dulzura a su enfermera protagónica y tiene muy buena voz, pero le falta algo de fuerza dramática. De todas formas, es muy difícil borrar de la cabeza el trabajo que hizo Glenn Close en una versión fílmica para televisión de la obra.
Por su parte, la imponente orquesta de 30 músicos que dirige Ted Sperling ubica en un plano protagónico la partitura de Rodgers.

Kelli O'Hara y Paulo Szot, protagonistas de South Pacific

Entretanto, la nueva versión de Bye Bye Birdie, que dirige Robert Longbottom, subirá a escena en un par de semanas, con un interesante elenco: John Stamos, Gina Gershon, Bill Irwin, Nolan Funk, Jayne Houdyshell y Matt Doyle.
La escena del "Baile en el gimnasio", de West Side Story
(Podés ver un video sobre el estreno de Hair, en Broadway en http://www.youtube.com/watch?v=Q8OAN5QTwio)

jueves, 20 de agosto de 2009

Billy Elliot

Artículo publicado el 25 de julio en La Nación y ampliado para este blog. El original lo podés ver en http://www.lanacion.com.ar/nota.asp?nota_id=1154622


Pablo Gorlero frente a la entrada del Imperial (izq.) y Playbill (programa) de la obra

EL MUSICAL QUE YA ESTÁ HACIENDO HISTORIA


Tanto la música de Elton John como el libro, las actuaciones y la ingeniosa puesta hacen sublime esta obra de arte

Por Pablo Gorlero (enviado especial)

NUEVA YORK.- La silueta de uno de los tres chicos que interpretan a Billy Elliot se erige llamativamente en pleno corazón de la Gran Manzana... y en cada esquina, en los autobuses, en los taxis, en los subtes y hasta en los tachos de basura. Una vez más un musical británico vuelve a colonizar Broadway. Así como lo hicieron alguna vez Cats, El fantasma de la ópera, Los miserables o Miss Saigón, otra obra maestra del género, estrenada en Londres, conquistó Broadway casi de inmediato. Le quitó el trono a El rey león y se lo disputa muy de cerca a Wicked, como la obra más requerida. Billy Elliot es un suceso. Y los diez premios Tony que se llevó hace poco más de un mes han acentuado al máximo ese interés en el público. No hay tickets con descuento, salvo en algunos sitios de Internet y con mucho tiempo de anticipación, y los que pueden conseguirse en boletería son los más caros (ubicación premium), que oscilan entre los 256 y los 351 dólares. Carísimos, pero una gran inversión al buen gusto y al aporte cultural individual.
Lejos y sin exageraciones, Billy Elliot es una de las mejores obras que este cronista haya visto jamás. Sorprende desde el comienzo, cuando un pequeñito sale desde la platea y sube al escenario para conducir de la mano al público entero al interior de esa ficción maravillosa que conseguirá emocionarlo en varios tramos. Podría haber sido un riesgo trasladar esa película perfecta al escenario, pero el proyecto contó con el mismo director, Stephen Daldry, y el mismo guionista, Lee Hall, quien además se ocupó de ponerle letras a la atractiva y pegadiza partitura compuesta por Elton John.
"Expressing Yourself"

Daldry logró sublimar su trabajo fílmico con un montaje que desarrolló ese argumento establecido para insertarlo en una idea conceptual que se permite ahondar más en los conflictos y en la belleza de la imagen viva que permite el teatro. Los creativos ampliaron la huelga minera de la trama, a través de las situaciones en oposición. Daldry, Hall y John yuxtaponen la manifestación obrera y su consecuente represión con las clases de danza de las nenas del pueblo, o con la explosión interna del protagonista. A su vez, la versión teatral de Billy Elliot profundiza en el aspecto social de aquella huelga minera de 1984 que pretendía abortar los deseos de Margaret Thatcher de privatización total de esa industria; y, a su vez, escava más a fondo en la psicología de este chico que cambió sus clases de boxeo para desarrollar sus habilidades naturales para la danza.
David Alvarez y Gregory Jbara

El primer cuadro refleja la reunión de los habitantes de un pueblito minero del norte de Inglaterra, en la víspera de la gran huelga prevista. Allí, todos juntos, entonan "The Stars Look Down", reclamando "¡solidaridad, solidaridad, por siempre!". Luego será el momento en que un graciosísimo grupo de niñas se adueña de la escena y bailarán torpemente en sus clases, mientras los mineros o los policías les hacen de partenaires. Es el disparador de las risas que se irán colando durante casi todo el espectáculo, entre lágrimas y esos sacudones en el pecho que logran los momentos sublimes de un gran musical.
Cómo olvidar ese zapateo rabioso en el que Billy vuelca su sentimiento interior, tan gráfico, tan determinante, tan conmovedor; y que mezcla con esa furia que impera en la calle, represión mediante. O esa danza sublime en la que el talentoso muchacho baila El lago de los cisnes consigo mismo, en edad adulta, y esa felicidad, esa emoción a flor de piel lo harán volar en un cuadro onírico de una belleza incomparable. O esa canción hermosísima en la que Billy expresa con palabras y movimientos que siente "electricidad" al bailar.
Y qué decir de los intérpretes. Consiguen conmover no sólo por las situaciones que juegan, sino por su talento. Son tres los jóvenes ganadores del Tony que se alternan para componer a Billy. En este caso, fue David Alvarez, un chico de casi 15 años que se vuelve gigante en escena. Logra emocionarse, divertirse, sufrir y desafiarse a sí mismo a través de un papel tan difícil como agradecido. En la misma sintonía, con un desparpajo y desinhibición notable, Keean Johnson interpreta a su amigo inseparable, que tiene muy en claro lo que son la individualidad y las metas en la vida.
Carole Shelley, Gregory Jbara y Santino Fontana

Haydn Gwynne, como la Señora Wilkinson, da cátedras de interpretación integral; Santino Fontana, pone potencia dramática al hermano de Billy; y Carole Shelley es tan adorable como elocuente en su papel de abuela. Pero es Gregory Jbara, el padre, quien consigue sacudir al espectador a través de un amor paternal capaz de derribar cualquier tipo de barrera o principio. Es muy difícil de olvidar esa imagen en la que, sentadito, casi sin moverse y con su rostro empapado de lágrimas, observa bailar a su hijo.
Esta obra vuelve a afirmar que el género está en permanente evolución y que, sin dudas, será un nuevo ícono indiscutible.
(Podés ver fragmentos de este montaje en: http://www.youtube.com/watch?v=FuWDV73qrLI)

lunes, 17 de agosto de 2009

TEATROS DE BROADWAY - 2009

UN RECORRIDO POR BROADWAY

Para todo teatrero y, sobre todo, para aquel a quien le gustan los musicales, Nueva York y su distrito teatral es un sueño. Nunca me canso de sacar cientos de fotos. En este último viaje, intenté hacer un recorrido fotográfico por todos los teatros de Broadway, que son preciosos. No tengo una gran cámara, pero se pueden apreciar bien. También agregué algunas fotos de viajes anteriores.


Times Square, justo donde se cruzan Broadway y la 7ª avenida, epicentro del distrito teatral y donde se encuentran las principales oficinas de tickets para sacar entradas a menor precio. En la foto de la derecha se puede ver la cola que da vueltas varias veces por ese boulevard, a las 10 de la mañana.

PALACE THEATRE
Ocupa el lugar más privilegiado: en pleno Times Square. Actualmente se ofrece allí la nueva versión de Amor sin barreras (West Side Story), que dirige Arthur Laurents. Se inauguró en 1913 y, en sus comienzos, fue uno de los principales teatros de vaudeville (varieté). Por allí pasaron Sarah Bernhardt, Eddie Cantor, Bob Hope y Fanny Brice, entre muchos otros.
Es enorme y pude ver ahí, en 1994, La Bella y la Bestia, en la segunda línea de balcones (lo que aquí llamaríamos superpullman). ¡No se ve nada! Después me enteré que esa ubicación es tristemente célebre en Broadway porque, aunque se venden como "entradas con visión restringida", no se puede apreciar nada bien el espectáculo. Aquella vez me pasé buena parte de la obra inclinado y tratando de pararme. Lo peor: desde ahí podía ver todos los trucos escénicos. Bueno, entonces, no es recomendable ir arriba de todo. El Palace está casi tapado por carteles publicitarios de otras obras y un enorme hotel. El año pasado Liza Minelli hizo su show Liza's at the Palace y, anteriormente, allí estuvieron Legally Blonde, All Shook Up, Aída y La Cage aux Folles.
Dicen que hay un fantasma que se llama Borsalino. Parece que es de un acróbata que se murió ahí en las épocas del varieté. La leyenda urbana dice que sigue dando volteretas por ahí, pero con la nariz ensangrentada.

JERRY ORBACH THEATRE
Es un teatrito que, aunque está en pleno Broadway, a una cuadra de Times Square, está considerado como "Off". Fue bautizado con el nombre del gran actor Jerry Orbach -además de haber protagonizado muchísimos musicales, fue famoso por su papel en la serie de TV La ley y el orden- en 2007. Se encuentra en el Snapple Theatre Center, un complejo teatral que tiene dos teatritos de casi 400 localidades, salas de ensayo, de reuniones, dos café concert y dos tiendas de souvenirs. Lo bautizaron con el nombre de Orbach para el reestreno del musical The Fantasticks, que él mismo estrenó en 1960 y que estuvo en cartel hasta 2002.
the lives of New York residents and the millions of visitors who flock to the city each year. La nueva versión de The Fantasticks comparte escenario con la comedia The Perfect Crime.

Otro teatro estratégicamente bien ubicado es el WINTER GARDEN, en Broadway, camino hacia el norte de Manhattan, a la altura de la calle 50, por donde tiene la salida el escenario. Tiene fama de albergar éxitos. Allí estuvo Cats, desde 1982 hasta septiembre de 2000, con un total de 7.485 funciones. Ahora, desde 2001, está en cartel Mamma mía!, el musical con canciones de Abba, que no se mueve de los diez primeros puestos en recaudaciones. Su buena suerte comenzó en 1911, con su inauguración. Allí se estrenó La Belle Paree, un musical de Jerome Kern que consagró a Al Jolson y lo catapultó a la fama.
Como casi todos los teatros de Broadway, está construido a lo largo y no a lo ancho. Es decir, por el ingreso principal, sobre la avenida Broadway, se accede al centro de la platea. El escenario (uno de los más grandes) da a la calle 50, y por el pasillo central de plateas, se sale a la 7ª avenida. Tiene capacidad para 1.526 personas. Por allí también pasaron figuras como Fanny Brice, Bob Hope, Josephine Baker y Gypsy Rose Lee. Otros musicales que se estrenaron en esa sala fueron Mame, Follies, Gypsy y Calle 42.
BROADWAY THEATRE
A dos cuadras, al norte, se encuentra ésta, una de las mayores salas del distrito teatral. Fue fundado en 1924 y cambió de nombre muchas veces. Tiene una capacidad de más de 1.700 localidades y uno de los escenarios más grandes. Actualmente allí sube a escena Shrek, the Musical, y fue sede de muchos de los grandes musicales de Broadway: Miss Saigon, Los Miserables, Evita y Mame, entre otros.

STUDIO 54
Subiendo una cuadra más, hasta la 54, nos encontramos con una de las salas más "personales": Studio 54. Entre 1977 y 1986 fue la discoteca más emblemática de la sicodelia neoyorquina. En ese sitio "exclusivo" se reunía el "jet set" para divertirse, desplegar sus condiciones artísticas en horario extra laboral, y por qué no para reventar un poco. Pero en 1998 fue adquirido por uno de los mayores grupos empresarios teatrales de Broadway, para convertirlo en una de las salas mejor equipadas, con 900 localidades y dos barras que sirven tragos. La reinauguraron con la versión que Sam Mendes hizo de Cabaret, el musical que Joe Masteroff, John Kander y Fred Ebb concibieron con Harold Prince. Todavía conserva algo de aquél toque pintoresco de los años 80. Ocupa una buena porción de la cuadra y, actualmente, allí se ofrece la versión de Esperando a Godot que hacen Nathan Lane, Bill Irwin, John Goodman y John Glover.

AUGUST WILSON THEATRE
El August Wilson está en la calle 52 y fue inaugurado en 1925, como Guild Theater. Luego se llamó de distintas formas, hasta que, en 2005, fue rebautizado con el nombre del dramaturgo August Wilson. Actualmente se ofrece allí Jersey Boys.
NEIL SIMON THEATRE
Está también en la calle 52, enfrente del August Wilson. Tiene capacidad para 1.362 personas y este año finalizó allí su mayor éxito: Hairspray, que estuvo en cartel durante casi ocho años, en 2.649 funciones. Actualmente preparan allí un "revival" de Ragtime, y acaba de finalizar un unipersonal con Robin Williams.
Su nombre original es Alvin Theatre y se inauguró en noviembre de 1927 con Funny Face, la comedia musical de George e Ira Gershwin que fue el mayor suceso teatral de Fred y Adele Astaire. En esa sala debutaron muchas estrellas: Ethel Merman, con Girl Crazy, en 1934; Lucille Ball, con Wildcat, en 1960; y Liza Minnelli, en Flora the Red Menace, en 1965. Otros éxitos que se estrenaron en esa sala fueron Anything Goes, Red, Hot and Blue, Porgy and Bess, Irma, la dulce, West Side Story, A Funny Thing Happened on the Way to the Forum, Company y Annie.

GEORGE GERSHWIN THEATRE
Es un teatro que, desde afuera, no dice nada. Es que se sitúa en la parte baja del edificio Paramount Plaza, en la calle 51 y Broadway, aunque tiene un pasaje con salida a la calle 50. Por lo tanto, el teatro puede verse desde ambos lados (fotos). Es el mayor teatro de Broadway, con una capacidad de 1.900 localidades. Está diseñado en Art Nouveau y se llamó Capitol hasta 1983. Actualmente allí se representa el mayor éxito de Broadway: Wicked, desde 2003. El hall del teatro se denomina American Theatre Hall of Fame, con plaquetas que homenajean a los grandes del teatro norteamericano.


AMBASSADOR THEATRE
El Ambassador fue inaugurado en 1921 y es uno de los teatros más representativos de Broadway. Fue construido en forma diagonal, para poder dotarlo de mayor capacidad (1.100 espectadores). Está en la calle 49 y, desde 2003, es la casa de Chicago.

EUGENE O'NEILL THEATRE
También situado en la 49, enfrente del Ambassador. Fue inaugurado en 1925. Hasta hace dos meses, allí subía a escena la obra 33 Variations, con Jane Fonda, y actualmente está vacío. Allí se hicieron Spring Awakening, Nine, Muerte de un viajante, Grease, Five Guys Named Moe, Annie y el último "revival" de Sweeney Todd, entre muchas otras.

WALTER KERR THEATRE
Tiene muy buena fama. "Más calidad que éxito", dicen los teatristas de allá. Es un "teatrito" de poco menos de mil localidades. Se llamó Ritz cuando se inauguró en 1921 por la familia Shubert (famosos empresarios teatrales). En 1990 fue reinaugurado después de haber estado cerrado algún tiempo, con el nombre del crítico teatral Walter Kerr, y con una elogiada pieza: La lección de piano, de August Wilson. Allí se estrenaron Ángeles en América, Perestroika, Amor, valor, compasión, La prueba, La duda, Grey Gardens, Catered Affair e Irena's Vow.

CORT THEATRE
Por la 48, cruzando la 7ª, se encuentra el Cort. Fue fundado en 1912, tiene un perfil bajísimo y una capacidad para casi 1.100 espectadores. Actualmente está cerrado. Hasta hace poco se representó la obra You're Welcome America.


BROOKS ATKINSON THEATRE
El Brooks Atkinson fue fundado en 1926 y está situado en la calle 47, entre Broadway y la 8ª avenida. Lleva el nombre de un célebre crítico de teatro del New York Times, desde 1960. Tiene capacidad para algo más de mil espectadores y actualmente se representa Rock of Ages. Tiene unos detalles arquitectónicos preciosos y la escalera que da al pullman puede verse desde la calle.
Enfrente, se encuentra el ETHEL BARRYMORE THEATRE. Con capacidad para 1.028 personas, fue inaugurado en 1928. Hasta hace dos meses se representaba Exit the King, con Geoffrey Rush.
SAMUEL J. FRIEDMAN THEATRE
Es una sala de 1925, con capacidad para 622 personas. Se llamaba Biltmore y allí se estrenó, en 1968, el vanguardista musical Hair. En 1987 un incendio destruyó parcialmente su interior y estuvo cerrado durante 14 años. A eso se sumaron los daños causados por el agua y los vándalos, pero en 2001 fue adquirido y restaurado por el Manhattan Theatre Club. Se pudieron rescatar el antiguo arco del proscenio y las galerías superiores. En 2008 lo rebautizaron Samuel Friedman, en honor a un célebre agente de prensa y publicista. Hasta hace dos meses allí se representaba la obra Accent on Youth.

LUNT-FONTANNE THEATRE
En la calle 46, entre Broadway y la 7ª avenida, se sitúa uno de los teatros más preciosos de Manhattan: el Lunt-Fontanne. Con una rica marquesina de bronce, fue inaugurado en 1910 como The Globe, y también tiene una pequeña entrada por Broadway. Es uno de los pocos teatros con techo corredizo y tiene butacas con aire acondicionado individual. Tiene capacidad para algo más de 1.400 personas y, actualmente, es la casa de La sirenita. El año que viene lo será de Los locos Addams.
RICHARD RODGERS THEATRE
Enfrente, se encuentra esta sala de 1925 que antiguamente se llamó Chanin's 46th Street Theatre. En 1990 se le cambió el nombre en honor a uno de los padres del teatro musical norteamericano: el compositor Richard Rodgers.
Actualmente, allí se representa el exitoso musical In the Heights y por allí últimamente pasaron Footlose, Seussical y Tarzán.

MARQUIS THEATRE
De nuevo en Times Square, cruzamos la calle, sobre Broadway y está el Marquis. Claro que casi ni se ve. Está dentro del hotel Marriott Marquis, en el tercer piso. Se inauguró en 1986 y lo tuvieron que construir porque para levantar ese hotel, demolieron nada menos que cinco teatros. Aunque es enorme (1.611 localidades), no tiene la majestuosidad ni el estilo de la mayor parte de los teatros de Manhattan. En el hall del tercer piso del hotel, hay una colección de afiches de Broadway (foto). Actualmente se ofrece allí 9 to 5, un musical divertidísimo de Dolly Parton. En el 96 vi ahí dos veces Víctor-Victoria, una con Julie Andrews y otra con su reemplazante, Anne Runolfsson. También se representaron allí Yo y mi chica, Annie Get Your Gun (con Bernadette Peters), Thoroughly Modern Millie, La Cage aux Folles, The Drowsy Chaperone y Cry Baby.
LYCEUM THEATRE
Si nos vamos para el lado oeste de Broadway, nos encontramos con el Lyceum, en la calle 45, una joya arquitectónica. Goza de la particularidad de ser uno de los dos teatros más antiguos de Nueva York, inaugurado en 1903. Lleva el mismo nombre desde su fundación y mantiene su original estilo Beaux-Arts, que incluye escaleras de mármol y marquesinas ondulantes. Otra particularidad del Lyceum es que, aunque tiene tres pisos, es una de las salas con menor capacidad... 950 localidades. Hay un departamento en el nivel superior que se utiliza para preservar los archivos Shubert. No suelen representarse musicales sino obras de texto, como Reasons to Be Pretty, la elogiada obra de Neil Labutte que finalizó en junio. Las últimas obras que pasaron por ahí fueron Macbeth, Flores de acero, Heredarás el viento y I Am My Own Life.
Y sí... la calle 45 es la que tiene la mayor cantidad de salas: ocho, en tres cuadras. De regreso a la zona oriental de Manhattan, en la misma cuadra de esa calle, entre Broadway y la 8a avenida, están dos de los teatros más bellos y peculiares del distrito: THE MUSIC BOX y el IMPERIAL THEATRE.
El MUSIC BOX es rarísimo. Se extiende a lo largo de la cuadra, mientras que el Imperial, se extiende en profundidad y tiene salida por la calle 44. Es una de las salas más pequeñas, con 860 localidades, tiene puertas de ingreso al centro de la platea y al escenario también y, desde la calle, pueden las cuatro columnas que disimulan la escalera de incendio. Fue construido en 1921 por encargo del famoso compositor Irving Berlin y el productor Sam H. Harris, específicamente para albergar las famosas Music Box Revues, del primero. Apenas se inauguró, cada año -hasta 1925-, se estrenaba una nueva revista musical de Berlin quien fue uno de los más afamados compositores de las espectaculares y legendarias Ziegfeld Follies. En 1925 se estrenó la primera obra de texto: Cradle Snatchers, con Humphrey Bogart; y al año siguiente, Chicago, la obra de Maurine Dallas Watkins que inspiró al musical de Bob Fosse, Kander y Ebb. Desde ese entonces, siempre se estrenaron ahí grandes obras de texto. Hasta hace muy poco, se representaba allí Agosto: condado Osage.

Al ladito se encuentra el IMPERIAL que, desde afuera, parece pequeñísimo, pero es gigante. Como ya se dijo, tiene salida por la calle de atrás, la 46. Tiene capacidad para poco más de 1.400 personas y su auditorium es rectancular, forma que lo hace ancho. Eso permite al público a sentirse más cerca del escenario. Fue construido en 1923, para reemplazar a otro teatro: el Lyric. Lo diseñaron especialmente para albergar grandes producciones musicales. Por dentro es uno de los más preciosos: en estilo neoclásico y neobarroco, con muchos paneles ornamentales, relieves en las paredes y numerosos motivos elaborados con flores y figuras geométricas. A su vez, cuelgan del techo cuatro arañas de cristal preciosas.
Actualmente es la casa donde se desarrolla uno de los espectáculos más bellos que ha dado el teatro musical: Billy Elliot. Otros clásicos del género que se han estrenado en el Imperial son: Annie Get Your Gun, Call Me Madam, Cabaret, El violinista en el tejado, Pippin, Dreamgirls, Están tocando nuestra canción, Los miserables, Chess, The Boy from Oz y Dirty Rotten Scoundrels, entre otras.

AL HIRSCHFELD THEATER
Este teatro se encuentra cruzando la 8a avenida, también en la 45. El Al Hirschfeld, es famoso por la exhibición de caricaturas de artistas de Broadway, realizadas por el célebre dibujante, que falleció cinco meses antes de cumplir los 100 años. Fue inaugurado en 1924 por el productor Martin Beck y hasta 2003 llevó su nombre. Es uno de los más lindos, con capacidad para casi 1.300 personas y tiene un cielorraso espectacular (foto). En sus pasillos exhibe una muestra de numerosas caricaturas de Hirschfeld sobre las distintas obras y figuras que por allí pasaron. Actualmente es el escenario del "revival" de Hair, pero entre los últimos montajes que allí pasaron, están A Tale of Two Cities, Curtains, The Wedding Singer y Sweet Charity.
Si retrocedemos nuevamente hacia Broadway, por la misma calle, enfrente del Imperial y del Music Box, cinco salas ocupan la misma cuadra, en disposiciones disímiles. El John Golden, el Bernard B. Jacobs, el Gerard Schoenfeld, el Booth, que termina en un pasaje situado antes de llegar a la esquina con Broadway, y el Minskoff. A esta cuadra se la llama George Abbot Way, en homenaje al gran productor de musicales de Broadway.

JOHN GOLDEN THEATRE
Desde hace seis años es la casa de las marionetas más irreverentes de Broadway: las de Avenue Q. Con algunos detalles moriscos, este teatrito de 1927, con capacidad para 800 espectadores, es uno de los más pequeños del distrito teatral. Antiguamente se llamó Theater Masque, hasta que diez años después fue adquirido por el modesto empresario John Golden, que lo bautizó con su nombre. Fue cine durante veinte años, hasta que se lo compraron los Shubert. Se utilizó para la filmación de la película A Chorus Line, y por allí pasaron las obras Falsettos, Master Class y, pronto, una nueva versión de Oleanna.
BERNARD B. JACOBS THEATER
Junto a su teatro vecino, el John Golden, se inauguró en 1927, con el nombre de Royale Theatre. Desde 2005 se llama Jacobs en honor al presidente de la Shubert Organization. Actualmente se representa allí la exitosa obra God of Carnage, de Jasmina Reza, con James Gandolfini, Jeff Daniels, Marcia Gay Harden y Hope Davis. Allí se estrenaron obras como Frost-Nixon, Anna in the Tropics, Cophenague, Art, La noche de la iguana, El búho y la gatita, Lend me a Tenor y Joseph and the Amazing Technicolor Dreamcoat, entre muchas otras.
GERARD SCHOENFELD THEATRE
Por dentro es uno de los teatros más hermosos de Broadway. Tiene un diseño neoclásico y, en su cielorraso posee cuatro arañas espectaculares, de esas que uno no puede parar de mirar. Lamentablemente, casi no tengo fotos de los teatros por dentro. Fue inaugurado en 1917 y durante muchas décadas se llamó Plymouth. En aquel período, el productor Arthur Hopkins lo convirtió en el templo de los autores clásicos, hasta su muerte, en 1948. Por allí pasaron obras de Shakespeare, Ibsen y Tolstoi, entre muchos otros célebres dramaturgos. Hoy le pertenece a losla organización Shubert. Entre las últimas obras que por ahí pasaron se podrían mencionar Jeckyll & Hyde, Passion, A Chorus Line, Impressionism, y actualmente, la comedia dramática A Steady Rain, con Hugh Jackman y Daniel Craig.

BOOTH THEATRE
El Booth es uno de los teatros más emblemáticos de Broadway. Ocupa toda la esquina de la 45 y una de las más pintorescas cortadas de Manhattan. Tiene entrada por ambas calles y su fachada renacentista-veneciana abarca ambos lados. Es de 1913 y se llama así en honor a un famoso actor norteamericano: Edwin Booth. Tiene 783 localidades y, por lo general, su programación está compuesta por grandes dramas y comedias. Actualmente se representa el musical Next to Normal, una de las perlitas de Broadway. Por allí pasaron las obras Las mariposas son libres, El hombre elefante, Sunday in the Park with George, Yo amo a Shirley Valentine, The Pillowman y The Story of my Life.

SHUBERT ALLEY
Es un pasaje emblemático de Broadway en el que se encuentra una de las entradas al Booth Theatre y la salida de actores del Shubert Theatre. A su vez, hay una gran tienda de souvenirs de Broadway y afiches alusivos de todas las obras en cartel. Es un pasaje privado.

SHUBERT THEATRE
El Shubert es uno de los íconos de Broadway y ocupa una gran porción de la esquina de la calle 44 y el Shubert Alley. Como su vecino, el Booth, tiene una vistosa fachada renacentista-veneciana. Es que, en realidad, ambos fueron construidos al mismo momento. De todos modos, en su interior son bastante diferentes. Se inauguró en 1913 con una serie de obras de Shakespeare, como Otelo, Hamlet y el Mercader de Venecia; y fue la sala donde el musical taquillero A Chorus Line, estuvo durante 6.137 representaciones, desde 1975 hasta 1990. El piso alto del edificio alberga las oficinas de la Shubert Organization. Actualmente allí se representa la comedia Blithe Spirit, con Angela Lansbury y Rupert Everett, entre otros. También allí subieron a escena Spamalot, Gypsy, Chicago, Crazy for You y A Little Night Music, entre otras.

MINSKOFF THEATRE
Desde hace tres años, allí sube a escena El rey león. Es una sala enorme, de 1.621 localidades, situada en el tercer piso del edificio de oficinas One Astor Plaza, construido donde antiguamente estuvo el legendario Astor Hotel. Lleva el apellido del dueño del edificio, cuando se inauguró en 1973. Al Minskoff se ingresa tanto por la calle 45, como por la 44, por un pasaje a través del edificio que surca toda la cuadra. Antes de El rey león allí se representaron El violinista en el tejado, La danza de los vampiros, Fiebre de sábado por la noche, La pimpinela escarlata, Sunset Boulevard, Cabaret y Sweet Charity, entre otras.

BROADHURST y MAJESTIC THEATRES
Si atravesamos el pasaje del One Astor Plaza, regresamos a la calle 44 y nos volvemos a topar con el hermosísimo teatro Shubert, que tiene como vecinos, a otras dos grandes salas: el Broadhurst y el Majestic.
El primero es de 1917. Fue construido en el mismo estilo que el Shubert y el Booth, con ladrillos carísimos y materiales de terracota, en una fachada neoclásica un poco más discreta. Por dentro, como los dos mencionados, no tiene demasiada ornamentación. Lleva el nombre de George Howells Broadhurst, un dramaturgo y empresario teatral anglo-norteamericano, socio de los hermanos Shubert. También está considerado un ícono neoyorquino y tiene capacidad para 1.156 personas. Actualmente, se representa allí una nueva versión de María Estuardo y, anteriormente, allí se hicieron Equus (con Daneil Radcliffe y Richard Griffiths), La gata en el tejado de zinc caliente (con un elenco afroamericano), el musical Lennon (que duró sólo 49 funciones), Fosse, Amadeus y, en 1966, allí se representó 1.165 veces el musical Cabaret, dirigido por Harold Prince.

Al lado, pegadito, el Majestic lleva la máscara de El fantasma de la ópera, desde hace más de 21 años, con el récord de más de 8.000 representaciones. Con su imponente marquesina de hierro, sus galerías techadas a la calle y su fachada de ladrillos, se erige con gran personalidad como parte de un mismo bloque arquitecnónico que atraviesa la manzana. Fue inaugurado en 1927, por el arquitecto Herbert J. Krapp, como parte de un mismo complejo integrado por los teatros John Golden y Bernard B. Jacobs (del otro lado de la calle) y el hotel Milford Plaza.
Tiene capacidad para más de 1.600 espectadores y fue diseñado para albergar grandes musicales como On Your Toes, Carousel, South Pacific, Camelot, The Music Man, Grease, El violinista en el tejado, Sugar y A Little Nigh Music, entre otros.
ST. JAMES THEATRE

Enfrente, se encuentran dos pequeños teatros hermosísimos. El St. James es uno de los más llamativos del distrito teatral neoyorquino, con su galería en verde y dorado. Se inauguró también en 1927, con el nombre de The Erlanger (apellido del arquitecto que lo construyó), hasta 1930, cuando la familia Astor le puso el nombre St. James. Hasta hace unos meses se ofrecía allí una nueva versión de El deseo bajo los olmos, con Brian Dennehy. Anteriormente, fue la casa de Los productores, Tommy, Calle 42 y Hello, Dolly!, entre muchas otras.

HELEN HAYES THEATRE
Se encuentra al lado del St. James y es el teatro más pequeño de Broadway, con 597 localidades. Se inauguró en 1912, como Little Theatre y cambió de nombre tres veces, hasta 1983, cuando lo llamaron con el nombre de "la gran dama del teatro norteamericano": Helen Hayes. Ella tenía su propio teatro, en la calle 46, que fue demolido junto con el Morosco y el Bijou para construir el hotel Marriott. Ella estaba feliz cuando le dieron ese honor de rebautizar otro teatro en su nombre.
BELASCO THEATRE
Muy solito, para el lado occidental de Manhattan, en la misma calle 44, casi llegando a la 6ª avenida, está el Belasco. Por dentro es uno de los más ornamentados. Con enormes murales y frescos en los cielorrasos. Perteneció al célebre empresario David Belasco, que tenía un duplex con diez habitaciones en la parte alta del edificio que le servían de hogar y oficinas. Es uno de los teatros mejor equipados, como para utilizar los efectos especiales más sofisticados.
Se inauguró en 1907 como Stuyvesant Theatre, hasta que Belasco lo adquirió tres años después. Una leyenda urbana dice que el fantasma de David Belasco aparece todas las noches en el teatro y son muchas las anécdotas de artistas que dicen haberlo visto o sentido durante cada representación. Hasta hace algunos meses se representaba allí Joe Turner's Come and Gone, y anteriormente subieron a escena American Buffalo, Drácula, el musical, Frankie y Johnny en el claro de luna, Follies, Ain't Misbehavin', The Rocky Horror Show y Oh, Calcutta!, entre muchas otras.
HUDSON THEATRE
Es un viejo teatro de 1903, situado en la calle 44 que no está en funcionamiento desde hace muchos años. Fue utilizado durante décadas para hacer programas televisivos. En 1987 lo compró un hotel de lujo que lo utiliza como auditorio. Allí también se graban los stand-up del canal de cable Comedy Channel.

NEW AMSTERDAM THEATRE
En plena calle 42 y Broadway, es el niño mimado de los teatros neoyorquinos, tal vez por su historia, tan vinculada al teatro musical de esa ciudad. El New Amsterdam fue el primer ejemplo concreto de arquitectura Art Nouveau de Nueva York, construido en 1903 (es uno de los tres más antiguos, junto con el Lyceum y el New Victory). Participaron en su construcción decenas de pintores artísticos y escultores famosos. Por aquél entonces, era el teatro con mayor capacidad de la ciudad: 1.702 localidades. Se inauguró con una producción de Sueño de una noche de verano, y durante muchos años fue el hogar de las famosas Ziegfeld Follies, espectáculo emblemático de la revista estadounidense (american revue). Fue escenario de exitosos espectáculos pasatistas como los musicales Sally o Sunny (con Marilyn Miller) o de dramas profundos como el Julio César que compuso Basil Rathbone, en 1927. La Gran Depresión de los años 30 hizo que el New Amsterdam cierre en 1936 y sea convertido en un cine. La oscuridad de la calle 42 durante tres décadas pareció ocultarlo para siempre, hasta que la ciudad asumió su propiedad, así como la de otros teatros de esa alicaída calle. Pero en 1993, la Disney Theatrical Productions firmó un contrato de alquiler por 99 años para estrenar allí El rey león, en 1997. Fueron cuatro años de restauración que le devolvieron su esplendor y hoy, uno como espectador, dentro de su sala no puede parar de mirar hacia todos lados. El rey león se mudó al Minskoff en 2006 para cederle su escenario a Mary Poppins, que aún continúa en esa sala.
Para saber más sobre la historia apasionante de esta sala hermosa: http://www.newamsterdamtheater.net/
NEW VICTORY THEATER y HILTON THEATER
Enfrente del New Amsterdam, por la calle 42, hay tres teatros. Dos de ellos están uno al lado del otro: el New Victory y el Hilton. Unos cuantos metros más cerca de la 8a. avenida, se encuentra el American Airlines Theater (del cual no tengo ninguna foto). El New Victory, desde afuera, es imponente, con dos escaleras con doce faroles, que conducen a la entrada. Es el más antiguo de la ciudad, inaugurado en 1900 como Republic Theatre. Durante los años 30 fue escenario de burlesques; en los años 40 y 50 fue un cine; y en la década del 70 fue uno de los tantos palacios pornográficos de la Calle 42. En 1990, la ciudad y el estado de Nueva York tomaron posesión del Victory y dos años después fue uno de los seis teatros de esa calle que cayeron bajo la protección de The New 42nd. Street, Inc., una entidad sin fines de lucro que supervisó la reestructuración de esos edificios históricos. El Victory fue el primero en ser restaurado, en un esfueroz por revitalizar la calle 42 y Times Square, y su renovación costó 11,4 millones de dólares. A fines de 1995 fue rebautizado The New Victory Theater, abierto como el "primer teatro dedicado a los niños y a la familia". Inclusive, tiene programas de inclusión y educativos.
El Hilton, situado al lado del New Victory, ocupa el lugar donde estaban los legendarios Apollo y Lyric, demolidos en los años 90. De todos modos, al construir el edificio, entre 1996 y 1998, se protegieron elementos arquitectónicos y estructuras originales que habían sido removidos y se incorporaron al nuevo teatro. Se inauguró en 1998, como Ford Center for the Performing Arts, con el musical Ragtime. Luego se dieron lugar versiones de Jesucristo Superstar y Calle 42. Pero en 2005, fue completamente renovado y rebautizado como Hilton, para el estreno estadounidense de Chitty Chitty Bang Bang, con Raúl Esparza. Luego subieron a escena Hot Feet, Dr Seuss'How the Grinch Stole Christmas, The Pirate Queen y El joven Frankenstein, el musical de Mel Brooks, pero al haber sido levantado antes de tiempo, la sala quedó vacía durante todo 2009. Actualmente, se prepara allí la versión musical de El Hombre Araña.

NEW YORK CITY CENTER
No está considerado como un teatro de Broadway porque no tiene una programación regular, pero el New York City Center, originalmente conocido como City Center of Music and Drama tiene una gran programación exquisita de danza y es famoso por los "encores" (musicales semimontados). Está en la calle 55, entre las avenidas 6ª y 7ª y tiene una capacidad para 2.750 personas. Es una joya arquitectónica y sería muy difícil pasar por su puerta y no reparar en ella. Su diseño es neo-morisco y, por dentro, presenta enormes murales y un techo en cúpula de terracota. Se construyó en 1923 y originalmente lo llamaban Mecca Temple, por los encuentros que allí realizaba la Antigua Orden Árabe de Nobles del Místico Sepulcro. Luego del crash de 1929, el estado se hizo cargo de su funcionamiento. Además de pasar por allí los principales ballets, actuaron figuras como Helen Hayes, Charlton Heston, Marcel Marceau, Bob Fosse, Gwen Verdon, Vincen Price, Jessica Tandy y Uta Hagen. En 1994, el City Center lanzò el primer Encores! Great Ameriacn Musicals in Concert. Esa serie de espectáculos se volvieron populares, continúan en la actualidad, y lanzaron a Broadway los "revivals" de Chicago, Wonderful Town, The Apple Tree y Gypsy. Actualmente se representa un "encore" de El mago (The Wiz) y se anuncia el próximo estreno de Tanguera, el musical argentino que produjo Diego Romay y que dirigió Omar Pacheco.
LINCOLN CENTER
Actualmente allí sube a escena el American Ballet y el clásico musical South Pacific. Más información: www.newlincolncenter.org/live/