miércoles, 17 de septiembre de 2008

El musical Wicked, de gira por los Estados Unidos




Nota publicada en La Nación el 5 de marzo de 2007. Próximamente, un artículo sobre Gregory Maguire, un autor interesantísimo para conocer.

Un alarde de ingenio
Un ejemplo de recursos puestos en función del buen teatro

Por Pablo Gorlero
(Enviado especial)

TAMPA, Estados Unidos.- Los domingos por la tarde en esta ciudad de la Florida dan la sensación de que uno está inmerso en una gran escenografía donde ni los actores ni los extras aparecieron aún. La vida comienza a anunciarse a eso de las 5 de la tarde, cuando la población automovilística empieza a hacerse presente de forma más notoria, pero sin estridencias. Parece que todos se van a pasear por las afueras el último día de la semana.
Pero, media hora antes de las 19, como de la nada (en realidad, de los estacionamientos), surgen varios millares de personas que, como hormigas, convergen en un mismo lugar: el Tampa Bay Performing Arts Center, donde está a punto de comenzar una nueva función de Wicked , el exitoso musical de Broadway que ya lleva varios años de gira por los Estados Unidos. El increíble e imponente centro cultural incluye cinco salas teatrales (de 2500, 1000, 300, 250 y 130 localidades, respectivamente) y también ofrece múltiples seminarios y cursos artísticos, así como la posibilidad de disfrutar de boutiques, tiendas y restaurantes a la vera del río.
En esta ocasión, no quedó ni una sola de las entradas por vender para Wicked, que se presenta en el bellísimo Carla Morsani Hall. A la italiana, con una isóptica perfecta desde cualquier ángulo, el teatro tiene decenas de puertas a los costados y al frente de la sala que facilitan un ingreso rápido y una salida ordenada de los espectadores sobre el final. Claro que eso se logra con una puntualidad sajona, como la que exhiben los norteamericanos.
Diez minutos antes de las 19, una seña lumínica y sonora anuncia que está por comenzar la función. A las 19 en punto, se asoma la cabeza del director de orquesta y comienza la obertura de uno de los mejores espectáculos que surgieron de la Gran Manzana en los últimos años. Un gran entretenimiento
La obra se estrenó en octubre de 2003 y aún hoy sigue siendo una de las figuritas difíciles a la hora de conseguir entradas en Nueva York. Fue escrita por Winnie Holzman, las canciones son de Stephen Schwartz (Godspell, Pippin) y cuenta con la dirección de Joe Mantello.
Wicked está basada en la novela Wicked: The Life and Times of the Wicked Witch of the West , de Gregory Maguire, una especie de prehistoria de los personajes de El mago de Oz, convertida en un best seller.
La bruja buena y la bruja mala de la obra de L. Frank Baum son las protagonistas de esta adaptación que Holzman y Schwartz hicieron de la metafórica novela de Maguire.
La esencia del libro fue sostenida a rajatabla y sólo se eliminaron o se redujeron algunos personajes secundarios.
Lo más importante de Wicked es que los autores lograron un entretenimiento excelente a través de una vuelta de tuerca ingeniosa sobre la conocida historia y, lo que es más valioso, le agregaron un subtexto tan accesible como complejo.
Aquí Elphaba -la Bruja Mala del Oeste, de cara verde en el cuento original- nace por obra y gracia de la trampa humana y es marginada socialmente por el color de su rostro. Glinda, la bruja buena del cuento, acá es la chica rubia linda y tonta cuya meta es la notoriedad. Se conocen en la universidad de magos y luego de una rivalidad muy graciosa (ambas se tienen asco) pasan a ser íntimas amigas.
Elphaba crea una fraternal relación con su profesor de biología, el Doctor Dillamond, un carnero sabio. Y es por esta relación que se entera de que algo raro pasa en Oz. Cada tanto, al profesor se le escapa un balido, y la razón es que el Mago que gobierna Oz está haciendo algo que provoca que los animales vayan perdiendo de a poco el don del habla.
Aquí es interesante acotar que los animales, en la sociedad de Oz, no gozan de los mismos derechos que los humanos, los munchkins y demás seres.
Cuando Elphaba cumple su sueño de conocer al Gran Mago, se da cuenta de que es un tipo común y corriente que, como en el film, se vale de una gran cara mecánica con una voz amplificada para infundir temor entre la gente. Eso la desilusiona un poco, pero no tanto como cuando la obliga a usar su magia para que les crezcan alas a los monos. Ahí descubre que es un dictador cruel que daña a los animales.
En la novela, Maguire señala que el Mago les reduce los derechos a los animales y les quita el habla para poder expropiarles sus propiedades y así enriquecer más a la nación de Oz. En el musical, esto no es tan explícito, pero sí inculca al pueblo el temor por estos seres, además del miedo a Elphaba, a la que llama la "maldita" bruja del Este. "Hay que crearles enemigos para que tengan miedo y puedan estar más unidos", dice el Mago, una especie de viejito bonachón.
Ahí comienza la lucha de Elphaba por defender sus principios y hacerles entender a los habitantes de Oz que todos tienen los mismos derechos. Pero las cosas le salen mal y termina provocando desgracias en algunos seres queridos. Mientras tanto, su amiga Glinda, aunque apoya su ética, sigue su objetivo y se queda al lado del poder, aunque más tarde pueda arrepentirse.
Cuando los artilugios escénicos y esa manía de hollywoodización del teatro están puestos en función de la historia que se está contando, como en este caso, no hacen más que sublimar la puesta. En Wicked no hay tanto como en El fantasma de la Ópera o La bella y la bestia , pero su diseño escenográfico y sus cambios escenotécnicos son impresionantes, como cuando, en el final del primer acto -donde Elphaba sigue su inevitable destino-, la bruja levanta vuelo con su escoba y sigue cantando con furia "Defying Gravity" (Desafiando la gravedad).
Los estudios Universal tuvieron que ver con la producción de la obra, y el toque cinematográfico se ve en muchos elementos estéticos: un hábil manejo de las sombras y una escenografía barroca y algo surrealista.
La coreografía de Wayne Cilento ( Aida ) es protagonista en los momentos de "alegría". Mientras que, con su partitura, Schwartz no sólo recorre una amplia gama de melodías con canciones pegadizas, sino que también apela a una partitura con carácter, potente, que tampoco titubea en quebrar cuando el diálogo debe tener lugar.
El libro de Winnie Holzman combina los ingredientes obligados de la comedia musical clásica, como el romance, la alegría extrema y el drama sutil, con mucho humor y una subtrama política, psicológica y social que acaba ocupando el primer plano durante la última de las dos horas y media que dura el espectáculo. Asimismo, es interesante el origen que les da a todos los personajes del cuento, incluidos Dorothy y sus tres amigos.
En el elenco sobresalen las dos figuras principales. Christina DeCicco realiza una composición que se lleva todos los aplausos: el modo en que compone a su rubia tonta y "popular" despierta las carcajadas de todo el teatro. Además de cantar en forma impecable, es una excelente comediante.
Por su parte, Victoria Matlock tiene el rol central: Elphaba. Su voz es potente y perfecta, pero lo que la magnifica es que está puesta enteramente al servicio de su composición. Transita en forma natural por todos los estados de esta chica marginada, desde su desconfiada adolescencia pasando por la confirmación de sus ideales hasta el momento final, en el que es una revolucionaria incomprendida.
También son destacables los trabajos de P. J. Benjamin, quien fue elogiado durante seis años por hacer de Mr. Celofán en Chicago , en Broadway, como el carismático Mago, y Dedee Magno Hall, como Nessarose, la desdichada hermana de Elphaba.

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