jueves, 12 de junio de 2008

Televisión pública en Alemania





En junio de 2001 tuve la suerte de haber sido invitado por la cadena Deutsche Welle a Berlín para conocer cómo es el sistema de televisión pública alemana. Estuve allí una semana recorriendo todos sus canales y recibiendo un pequeño curso sobre cómo trabajan para que los ciudadanos tengan acceso a una televisión de excelencia.
Esa nota fue publicada por el suplemento Tevé, del diario La Nación, en noviembre de ese año. La reproduzco aquí tal cual fue publicada.


TELEVISION PUBLICA EN ALEMANIA

Por Pablo Gorlero
Enviado especial

BERLIN.- Once años no es mucho tiempo. Y esa realidad está marcada por una ciudad de grúas, con una atmósfera que aún respira ideologías diversas y muchas personas que siguen descubriendo con ojos muy abiertos. Para los alemanes, el siglo XX modeló de mil formas su mapa y los sumergió en guerras y conflictos que aún dejaron estigmas. Pero esas heridas le dieron empuje a una nación Fénix que se planta ante una prosperidad que avanza y leyes sociales impensadas cincuenta años atrás. En materia de comunicaciones, Alemania tiene una política de televisión pública muy eficaz y poco conocida en estos confines del globo.
De ella, en la Argentina podemos ver el canal Deutsche Welle (DW) y muchos documentales dispersos en señales abiertas y de cable como History Channel, Educable, Cablín, Classic & Arts y Canal 13, entre otros. El control de los medios lo ejerce el Consejo de Radiodifusión y Televisión, constituido por representantes de los parlamentos de cada Estado federado, de los partidos políticos y organizaciones económicas, culturales y religiosas. Estos representantes son quienes ejercen el control social sobre la radioteledifusión de derecho público. Los dos canales públicos alemanes son la ARD (el mayor de Europa) y la ZDF. Una parte del presupuesto asignado para estas señales es para Deutsche Welle, la señal internacional que los alemanes sólo pueden ver a través de la televisión satelital. Según datos oficiales, en 1999, doce millones de hogares tenían este sistema; en tanto, 21 millones poseen cable.
El sistema público es muy diferente al de televisión estatal que existe en la Argentina. La gran diferencia es que nuestro Canal 7 se solventa por el dinero destinado a tal efecto por el Gobierno nacional. En cambio, en Alemania, la televisión pública se financia con los cánones que paga la audiencia a través de un impuesto directo. Es obligación de cada hogar declarar cada televisor y radio y, de ese número, se determina el monto a pagar trimestralmente. Esta suma varía de acuerdo al estado, pero se estima un promedio de entre 30 y 40 dólares por un televisor y una radio. Actualmente están dados de alta 34 millones de televisores. “La gente ya está concientizada y, en general, no se opone al impuesto. Pero ese aporte nos obliga a hacer una televisión de excelente calidad y, si no están conformes, nos lo hacen saber”, confiesa Carlos Delgado, productor ejecutivo de Deutsche Welle en Berlín.
Los canales y radiodifusoras están obligados a comunicar sus necesidades económicas a la Comisión para la Revisión y Determinación de las Necesidades Financieras de las Entidades de Radioteledifusión (KEF). Esta institución independiente determina la cuantía de los recursos asignables conforme a los criterios de necesidad, rentabilidad y economía. Pero cada parlamento tiene la última palabra para determinar qué monto se la asigna a cada señal. La Deutsche Welle, financiada con fondos federales, obtuvo en 2001 un presupuesto de 563 millones de marcos (258,5 millones de dólares).
Los canales públicos también reciben ingresos publicitarios. A diferencia de las emisoras privadas, en las entidades de derecho público el tiempo dedicado a la publicidad está restringido a determinadas franjas horarias. Sin embargo, en el sector privado lanzan agudas críticas en torno a la pauta pública. “Estamos en desacuerdo con ellos porque, a la vez, se financian con publicidad y reciben 11 mil millones de marcos. No es una línea clara. Los estatales deberían ser menos privados”, afirma Heiko Zysk, uno de los directivos de Sat 1, que irrumpió en el mercado en 1984 y dio comienzo a la era de las emisoras privadas.
A su vez, acusa a los canales públicos de querer competir con los mismos productos. “La gran diferencia entre nosotros es que las emisoras estatales están obligadas a hacer programas menos redituables, como los culturales. La nuestra está más apuntada al entretenimiento. Ellos dicen que producen calidad y ahora hacen también telenovelas. Hay diferencias entre lo que le dicen al público y lo que emiten”.
Por su parte, Dorthe Ferber, de la cadena pública ZDF, explica los deberes y su relación con el entretenimiento. “Según la legislación, tenemos la tarea de informar, entretener y educar. Pero también producimos mucha ficción. La colaboración entre el cine y la televisión es muy importante. Es fundamental para el desarrollo de la industria cinematográfica. Son coproducciones que no se podrían llevar a cabo sin la cooperación. De todos modos, somos básicamente un canal periodístico. Tenemos programas de investigación prestigiosos pero también un ciclo de entretenimientos que es uno de los de mayor audiencia en Alemania: ‘¿Qué apostamos?’”.
Según el estado, cada canal tiene sus programas regionales y hay sedes desparramadas por todo el territorio alemán. A miles de kilómetros de distancia, en Argentina, se ve como Canal 7 cambia según el tinte político del gobierno de turno. En Alemania cada emisora tiene independencia política, aunque las noticias oficiales se difunden con mayor énfasis. “Nuestro canal existe desde 1963, pero ahora podemos dar informaciones que hace diez años eran imposibles –confiesa Dorthe Ferber-. Lógicamente, cuando cambia el gobierno, cambia la cabeza de la emisora, pero nunca nos condicionan”. A su vez, Brigitte Abold, de ARD, afirma que “si hay información oficial para emitir, se hace, pero como cualquier otro noticiero. Incluso tenemos una ventaja, que hay una cooperación entre ZDF, nosotros y algunos canales regionales”.

TV post muro
Alemania cambió y mucho. Eso es palpable en las calles de la cosmopolita Berlín, con un muro ausente físicamente, pero que todavía cae en las cabezas de sus habitantes. Reconocen culpas y errores sin temor y, en su juventud consciente, se ve adoptado el buen humor a la supuesta frialdad germánica. Vale la pena mostrar ese progreso y esa es la misión de la Deutsche Welle, un canal meramente informativo de calidad y desarrollo constante, que nació como una emisora de radio en 1953 para mostrar el rostro real de una Alemania de posguerra.
“Los programas de Deutsche Welle deberán respetar y salvaguardar la dignidad humana. Las estipulaciones de la ley general y los estatutos provisionales para la protección de los jóvenes y los derechos del honor personal deben ser observados”, se resalta en los principios básicos referidos a esta señal en su legislación, redactada el 16 de diciembre de 1997.
DW irrumpió en la Argentina a través de Cablevisión en 1992 y hoy se puede ver en los principales cables del país. “No existe un análisis cuantitativo de cuántas personas nos ven en cada estado de América latina. Es imposible hacerlo. Nuestras estadísticas son de audiencia potencial, a través de estudios realizados por nuestros ‘rebroadcasters’ –afirma Delgado-. Pero podemos afirmar que Argentina es el país de la región que más nos ve, seguida por México y Brasil. Nos consta a través de correos electrónicos y cartas. En principio queremos llegar a la máxima audiencia pero, inevitablemente, tenemos que centrarnos en el grupo que lee, los líderes de opinión, políticos, economistas y diplomáticos. Cuando cubrimos información de otros países tratamos de diferenciarnos. Es la forma en la que los alemanes ven cada acontecimiento. Por eso también recogemos la reacción de la gente ante cada hecho”.
En cuanto a canales de noticias pertenecientes al mismo sistema de televisión pública, podría compararse con la BBC, del Reino Unido. Pero su pantalla se distingue por un estilo más sobrio y austero en algunos recursos. Así como por el criterio de importancia temática. En primer lugar marchan las cuestiones alemanas, sobre todo las bilaterales; en segundo orden, la europea; y en tercer lugar, las noticias internacionales. De todas formas, también es destacable una mayor independencia informativa con respecto a cadenas privadas estadounidenses como CNN. “Tenemos grandes diferencias con nuestros competidores internacionales. Creo que nuestra información económica es muy superior. Tocamos los temas europeos en forma distinta a CNN y al estilo más universalista de BBC”, explica Delgado.
El gran edificio que DW poseía en Colonia será desalojado totalmente porque contiene asbesto, una sustancia cancerígena que se utilizaba años atrás en la construcción de edificios. Hoy, el personal y los estudios están instalados en la espectacular manzana que poseen en Berlín y, muy pronto, en las modernas oficinas levantadas en Bonn.
En uno de los pisos del “bunker” berlinés se distingue un familiar bullicio y una mayor calidez en las sonrisas. Por ahí deambulan españoles, argentinos, venezolanos, peruanos y mexicanos que son los encargados de llevar a cabo “Journal”, el noticiero de habla hispana que se convirtió en el mascarón de proa de la señal en estas latitudes. El programa tiene once presentadores alternantes, de diferentes nacionalidades, que respetan sus fonéticas de origen. “Es la mejor forma de que sea aceptado por igual en todos los países hispanoparlantes”, explica Delgado, coordinador y jefe del equipo de redacción en español, constituido por 50 personas.
Por otra parte, es destacable la cooperación entre DW y la productora de contenidos Transtel (alguna vez en la grilla de VCC) que produce series, documentales, programas de entretenimientos y didácticos que se comercializan en todo el mundo. Ambas se unieron en 1999. A su vez, adquiere producciones de otras televisoras públicas para distribuirlas.
Es innegable que la TV alemana es buena. Pero son los ciudadanos quienes demuestran que, cuando la administración es eficiente, el derecho a la información y al entretenimiento no es una utopía. Y que si la producción es buena, el impuesto pasa a ser aporte.

3 comentarios:

  1. Me encanta la idea de este blog, felicito a su creador... ojalá lo continúe. El artículo sobre la TV alemana es magnífico para los latinoamericanos que recién estamos en Alemania, pues nos ayuda a entender por qué hay que pagar la televisión pública, cosa que en nuestros países es impensable. Bárbara Reuss (barbarareuss@gmail.com)

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  2. ¡Gracias, Bárbara! Sí, prometo ir actualizándolo más seguido. Abrazo

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  3. Muy bueno, Pablo. Veo la Deutsche Welle desde República Dominicana y se disputa mi atención con France24. Cuando las noticias me hastían, la DW provee un descanso cultural muy importante.

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